‘Andrei Tarkovski’ bajo la mirada de Carlos Tejeda junio 23, 2011
Posted by José Manuel Serrano Cueto in Entrevistas, Libros.Tags: tarkovski
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Uno de los analistas cinematográficos más interesantes de los surgidos en los últimos cinco años responde al nombre de Carlos Tejeda. Su debut en la bibliografía se produce con un profuso y reflexionado ensayo sobre las bellas artes en el cine. El arte en fotogramas, editado por Cátedra, una buena casa para integrarse en las huestes editoriales. Por eso es muy de enhorabuena que sea la propia Cátedra quien le publique su segundo libro en solitario -entre el citado antes y el que comentamos ahora media uno colectivo, El pulso del narrador. Los contrapuntos de Jaime de Armiñán. Y se enfrenta Tejeda a un miura, ya que el libro de Cátedra dentro de la colección Cineastas es Andrei Tarkovski. Ahí es nada. Pero, ¿quién mejor que un experto en arte para escribir sobre Tarkovski, cineasta que valoraba por encima de todo el cinema como medio de expresión artística? Se cuida Tejeda bien de advertir al lector en su introducción: “En el arte sólo existe la verdad del creador que, después, cada uno interepreta a su modo”, pág. 14. Únicamente esta frase valdría para hacer entender que todo lo que luego se va a leer no es sino la interpretación que de una obra hace una persona y que cada persona tiene su propia interpretación. ¿No es este el sentido del arte, provocar tantas lecturas como receptores haya? Hemos querido que sea el propio Tejeda quien nos hable algo más de Tarkovski y de su libro:
¿Consideras que el cine es un arte?
Yo diría que es más bien un medio de expresión, como lo son la pintura, la literatura, la fotografía o el video. Es el talento del creador el que lo convierte en arte.
¿La complejidad del cine de Tarkovski es tanta como para amedrentar a algunos espectadores?
El hombre, su existencia y su relación con el entorno han sido constantes temáticas desde la tragedia griega. La literatura, el arte o el cine son tan sólo medios de expresión, de reflexión, de transmisión. Y no sólo son cuestiones que se plantea Tarkovski. Ahí tienes muchos otros cineastas como Antonioni, Bergman, Ozu, Dreyer, Rohmer, Wenders. O autores actuales como Nicolas Klotz con La cuestión humana (2008) o Hirokazu Koreeda con Air Doll (2010). La clave se halla en la actitud receptora del espectador. Tarkovski, al igual que los directores citados, trata de despertar la conciencia del público, de hacerle partícipe de sus reflexiones. Pero para ello hay que aceptar sus reglas, como el uso de ese tempo lento, que es lo que le parece asustar a la mayoría. Cuando el verdadero problema somos nosotros mismos, con nuestro frenético ritmo de vida alimentado por una sociedad demasiado enfocada a las necesidades del consumo rápido. De hecho, Tarkovski manifestó en muchas ocasiones que él hacía cine para todo el mundo. Hay que liberarse de prejuicios y, simplemente, estar predispuesto a experimentar las sensaciones que desprende su cine, como también el de los demás cineastas mencionados.
En la página 24 recoges una frase de Tarkovski: “Hay que dejar totalmente claro que las normas ordinarias del cine comercial y las producciones televisivas al uso corrompen al público de forma imperdonable, porque le roban cualquier posibilidad de contacto con el arte verdadero”. ¿Estás de acuerdo?
Sí, aunque no creo que la cuestión resida en el producto en sí, sino como apunté antes, en la actitud del propio espectador, en su conocimiento, en su interés, en su curiosidad, en su predisposición, en su criterio de elección, de análisis, pero también en su formación. Ahí creo que reside una de las claves. El problema es que la sociedad actual vive adormecida, abrazada a lo superfluo, a las modas pasajeras, al materialismo, dejándose bombardear por la publicidad, los subproductos provenientes de la televisión y de la propia industria cinematográfica. Una sociedad a la que parece no importarle que los estudios de humanidades se marginen a un segundo plano, incluso desde el propio ámbito universitario, en beneficio de la formación de “mano de obra” titulada a imagen y semejanza de las necesidades del consumo. Es la cultura de la apariencia, de una irrealidad prefabricada que nos distrae de lo esencial y beneficia a los poderes políticos, como ya anticipaban Ray Bradbury en su Farenheit 451, Aldous Huxley en Un mundo feliz o George Orwell en 1984. Es lo mismo que manifestaba Tarkovski hace 25 años -murió en 1986- y lo que también expresan muchas otras voces como las citadas más arriba.
¿Hasta qué punto juega un papel importante el subconsciente en la obra de Tarkovski?
El subconsciente es inherente al individuo en el momento en que nace. Este irá prefigurándose según su experiencia vital a la vez que influirá en su personalidad y comportamiento. La obra artística además es un espejo en cuanto a que también es un reflejo del interior de su creador. En el subconsciente anidan todos esos conflictos, emociones, anhelos, carencias, vivencias y sensaciones provocados por las circunstancias de su existencia y en las que juega un papel importante el azar, y que, de una manera u otra, acaban impregnando la obra artística. En el caso de Tarkovski hay casi una especie de simbiosis con sus películas. No solo porque las ha salpicado con elementos autobiográficos o haya desarrollado su pensamiento y sus inquietudes a través de sus personajes, sino porque en un film como El espejo (1974) rinde cuentas con su pasado. Incluso llega a confesar en sus escritos, que la película le sirvió como ejercicio de purificación, exteriorizando esos recuerdos que le habían atormentado hasta aquellos momentos. Es algo universal en todo creador. Ahí tienes a Truffaut, a Bergman, a Goya, a Van Gogh, a Beethoven, a Scott Fitzgerald.
En un momento dado hablas de la ausencia del padre en Tarkovski y de su “presencia” en su cine. Como estudioso, ¿crees que el arte suele estar marcado por las relaciones paternofiliales?
No necesariamente. La personalidad de un individuo, además de su naturaleza interior, es el resultado de un cúmulo de circunstancias y vivencias en su relación con el entorno como ya se ha apuntado. Y muchas veces la obra artística también tiene ese carácter de ejercicio de expiación. Tarkovski, según los testimonios, tuvo una buena relación con su padre. Sólo que éste se separó de su madre cuando aún era muy niño. Sufrimiento que el propio cineasta causó a su primogénito, Arseni, cuando se divorció de Irma Rausch, su primera mujer. Precisamente es éste uno de los temas sobre los que gravita El espejo. Aunque también hay referencias a la figura paterna en otros títulos como Solaris (1972) -foto superior en blanco y negro- o Sacrificio (1986).
¿Hay algún director actual que haga un cine parecido?
Como ya se ha dicho antes, la condición humana es un tema perenne en el arte. El cine de Orson Welles, como el de John Ford, el de Jean Renoir o el del propio Tarkovski son irrepetibles dada la dimensión de sus respectivos talentos. En mi opinión, sería más bien los influjos que ejercen en creadores posteriores, que los parecidos. Y en este sentido, quizá el director que ha recibido más resonancias del universo de Tarkovski es Aleksandr Sokurov, asimismo autor de un excelente documental sobre su figura que aquí se tituló Elegía de Moscú (1987). Pero hay muchos otros que han confesado la influencia del cineasta ruso caso, por ejemplo, de Lars von Trier a quien precisamente dedica su film Anticristo (2009).
Entrevista por José Manuel Serrano Cueto.
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